El otro día leí una noticia que pasó desapercibida: falleció una anciana de ochenta y cinco años que acumulaba en su casa toneladas de basura. Llevaba treinta años viviendo así. La enfermedad mental que padecía se llama Síndrome de Diógenes.
Diógenes era un filósofo griego que parece ser era conocido como Diógenes el Cínico y que hablaba de la extrema pobreza como virtud. Vivía en una tinaja y decía que el sabio debía liberarse de sus deseos y reducir al máximo sus necesidades. Llevaba un manto, un zurrón, un báculo y un cuenco. Esas eran todas sus propiedades. Se dice que incluso se desprendió del cuenco con el que comía y bebía, el día que vio a un niño beber agua recogiéndola con sus manos.
El síndrome de Diógenes para mí es la expresión extrema de la profunda soledad del ser humano. Si a esa insondable e inexplicable soledad añadimos la necesidad de huir de la muerte acaparando todo lo que puedas abarcar, nos podemos llegar a hacer una idea del dolor y sufrimiento de estas personas, habitualmente mayores que llevan toda una vida acumulando lo que para ellos no son desechos.
José Luis Pardo en su libro “Nunca fue tan hermosa la basura” dice que para Marx la acumulación de basura es “un síntoma de riqueza” y para Nietsche, “una consecuencia necesaria de la vida capitalista” porque las sociedades sin basura “revelan una economía de subsistencia, de escasez, en la que nada sobra y todo se aprovecha” y solitarias.
Y si uno lo piensa bien, mucho en la sociedad es basura: comida basura, empleos basura, televisión basura, ropa basura, tiendas basura, minutos de la basura (desperdiciados), negocios basura y hasta libros y medicamentos basura.
En 30 años ni familiares, ni vecinos ni administraciones hicieron nada por esa mujer que dedicó los últimos años de su vida a recoger basura y ropa que luego daría (decía) “a la beneficencia”. Parece ser que esta enfermedad no está muy estudiada y es más habitual de lo que parece.
Hay dos tipos de enfermos, los que recogen todo lo que encuentran por la calle y los que se dejan llevar por la inercia y pasan de limpiar o de salir a tirar la basura. Habiendo una diferencia sustancial entre el acumulador compulsivo y la persona con Síndrome de Diógenes, en el caso de estas últimas personas, se puede detectar la enfermedad porque abandonan hasta las prácticas mínimas de higiene y en su aspecto físico, olor y apariencia, se nota, no solo que sean huraños y antisociales sino que algo en sus vidas no va bien, consecuencia de lo que Gilles Lipovetsky cuenta en su libro “La felicidad paradójica. Ensayo sobre la sociedad de hiperconsumo”, pero esta es, otra historia.
Siendo un síndrome grave como es, no lo es menos el hecho que bien apunta D. Guillermo, hacia esta sociedad como generadora de un montón de elementos basura, innecesarios. Pero sobre todo subrayar el aspecto de soledad que recubre toda esta suciedad, y digo bien suciedad, por cuanto como individuos pertenecientes en sociedad, esta soledad, nos atrinchera en la mas absoluta indiferencia, en el mas absoluto abandono.