En la planta baja del edificio siglo XXI, tras subir una leve rampa, perfectamente adaptada para todos, se accede a la recepción. En ella, Nuria, profesional de las relaciones públicas, como pocas en Badajoz, nos recibe amablemente. Uniforme casi ajedrecístico, donde el blanco lo aporta la camiseta. Tras una protocolaria y breve espera, que hace aún más intrigante lo que sigue, nos guía y acomoda en el salón. Magnífico y deslumbrante.
¿Mesa alta o baja? Nuria, cuida cada detalle. Mesa baja cuadrada de mármol veteado, que sostiene un pie metálico. Este pequeño detalle de interiorismo sofisticado y práctico, al tiempo, permite estar muy cómodos.
Escoltada por un sofá corrido de un turquesa potente y señorial, sobre la pared. Unas sillas, butacas, desiguales le dan la réplica, en el lado opuesto. Si en otros restaurantes que hemos visitado se aprecia la entropía en el mobiliario, tan de moda en los últimos tiempos, no es este el caso. Reina la armonía en todos los elementos decorativos que por sí solos lucirían excesivos, sin embargo, en comunión son un engranaje perfecto.
Instintivamente y sin necesidad de mirarnos, llevamos nuestras manos a la cara inferior del mármol. Rememorando la famosa escena de la película “La Colmena”, de Mario Camus. Basada en la novela homónima de nuestro académico insigne, premio Príncipe de Asturias de Las Letras, premio Cervantes y premio Nobel de literatura.
Tras las bebidas y unas aceitunas manzanillas, cortesía de la casa, que acortan la espera y anticipan la fiesta a la que estamos abocados, llega la ensalada. De nombre extraño, se nota aquí el afán, por sorprender en cada detalle. Lo que viene siendo una ensalada templada de aguacate, queso, tomate, lechuga y rabanitos, entre otros ingredientes. Deliciosa.
A continuación, unas croquetas de sepia al carbón. Espectáculo visual y olfativo, elaborado finalmente en la misma mesa y que no desmerece en absoluto al resultado final. Siguiendo las recomendaciones del chef Chicote, suelo pedir este plato siempre y no falla. Si las croquetas están ricas es un buen indicador de la calidad y categoría del establecimiento. El segundo indicador lo abordaremos al final, que aún estamos en la mesa y no es educado entrar en cuestiones escatológicas.
Finalmente, un Wok de muslitos de pollos. Nos advirtió la camarera, tapas o ración, y no me di por enterado. Ahora estoy empezando a pagar la osadía. Las raciones son generosas y para tres personas más que suficientes. Pero como quiera que estoy por la campaña de “cero desperdicios” en la alimentación, me lanzo a rebañar los platos. Lo mismo que en la infancia nos decían nuestras madres y que ahora resulta novedoso. ¡No dejéis nada en el plato!
Queda pendiente el postre para la siguiente ocasión, que de gourmet a gourmand el trecho es corto y aun considerándome en este segundo grupo también tengo mis límites. Por último, cumplir con lo prometido. Los baños muy limpios, ¡que alegría! A mejorar la sintonía entre las bandas sonoras de las dos zonas, claramente definidas en el interior del local. No es agradable escuchar a Luis Fonsi, con su “Despacito” en la zona de copas al tiempo que a Abba en el comedor. Puestos a maridar mejor con “Despechá” de Rosalía y nos ponemos a bailar.
Se nota la falta de un director con tablas en el comedor. Toda orquesta se mejora con un buen director. Sobran las bromas juveniles y el desfile por la pasarela de tatuajes. Especialmente desagradable es ver como los pinches de cocina pasan por la barra, el comedor y van hasta la puerta a fumar. En pareja, eso sí, luego dicen de las mujeres al baño…