En nuestro paseo por los lugares emeritenses, situados en el solar de lo que fue el Matadero, si miramos al horizonte, dando la espalda al río Guadiana, vemos destacando, en una rotonda situada frente el edificio de RTVE, unas figuras, que son parte de un Monumento dedicado a la Guardia Civil, el primero que se realizó en España, aunque más bien quieren recordar, con él, la memoria de dos extremeños, asesinados por ETA, en 1986, Antonio Lancharro Reyes y Carmelo Bella Álamo. La obra, está colocada en la rotonda de la avenida Duque de Ahumada, muy cerca de la Academia de Tráfico.
Parece que el tiempo todo lo borra, pero las heridas interiores no desaparecen fácilmente, e incluso, a la memoria colectiva, le vienen bien ciertos elementos visuales, que la hagan preguntarse, el por qué están ahí ciertas estatuas y monumentos y le recuerden ciertos trágicos acontecimientos cargados de dolor, y sobre los que parece que se quieren cubrir con un velo de olvido.
ETA, con el apoyo de muchas personas, en el País Vasco, algunas de ellas, todavía continúan con este espíritu, y perteneciendo a partidos políticos, con alianzas en la gobernación del Estado, iba incrementado su escalada de atentados, y perfeccionando sus métodos.
El 25 de abril de 1986, en el cruce de las calles madrileñas de Juan Bravo y Príncipe de Vergara, con una furgoneta bomba, con seis ollas exprés cargadas de Goma 2 y Amonal y 48 kilos de metralla, mataron a cinco guardias civiles e hirieron gravemente a otros cuatro. Estos eran unos chicos, algunos de 21 años, de la Academia de Tráfico. Tras estos atentados, que se estaban produciendo, pensaron definitivamente, cambiar de lugar la Escuela, que finalmente en 1996, acabaría en Mérida.
Pero este no fue el último atentado, como se sabe, y un 14 de julio de ese mismo año 1986, ETA logró algo, que consideró un gran éxito, y que fue una terrible matanza, en la plaza de la República Dominicana. Colocaron un furgón con 35 kilos de Goma 2 accionado a distancia, y lo hicieron explotar al paso de un autobús, con alumnos de la Escuela de Tráfico de la Guardia Civil, situada en el cercano Acuartelamiento de Príncipe de Vergara.
Esta explosión mató a 12 guardias civiles, estudiantes de la Escuela de Tráfico, cuyas edades oscilaban entre los 18 y los 26 años, entre ellos, los extremeños, Antonio Lancharro Reyes, de Monesterio ( 21 años), y Carmelo Bella Álamo, de la Granja de Torrehermosa, ( 22 años) hiriendo además a otras 45 personas, ( en otras informaciones hablan de 78) entre ellas, a siete peatones, que estaban esperando el autobús en una parada.
La ETA, a través de Santiago Arróspide Sarasola, Santi Potros, visto el «éxito» conseguido, pidió a los comandos de Madrid, que incrementaran, todavía más, el número de muertos, para aumentar la «presión» sobre la ciudadanía y el Gobierno.
A raíz de aquel fatal atentado, la Escuela de Tráfico cambió de ubicación, pasando a ocupar estancias anejas al Colegio de Guardias Jóvenes «Duque de Ahumada» de Valdemoro (Madrid), para acabar, en 1996, en su actual sede en Mérida.
En mayo del 2007, se inauguraba, junto al edificio del Centro territorial de Televisión Española, en una rotonda, un monumento, realizado por uno de los escultores más conocidos en aquel momento, el abulense Santiago de Santiago, en homenaje a la Guardia Civil, de unos 15 metros de altura.
Con cuatro figuras de guardias civiles, se quería dar una idea simbólica de las labores de este cuerpo, ya que dos están en misión de vigilancia, mientras otros dos lo están en labor de ayuda humanitaria. Esta iniciativa de realizar un monumento, a la Guardia civil, partió de la Asociación Círculo Ahumada Amigos de la Guardia Civil. Una suscripción popular, recaudó 58.200€ y a lo que se unió lo que la Junta y el Ayuntamiento aportó, 60.000€ cada uno.
El símbolo, que identifica la vestimenta de la Guardia civil, es el tricornio, de ahí que la estatua, además de las figuras de dos guardias civiles, que lo llevan, hay uno destacado, que está enmarcado dentro de un gran arco de metal coronado por otro arco aéreo, que lo traspasa y que parece protegerlo, aportando sombra al mismo. Porque según decía en su inauguración, el escultor, se había inspirado en el dicho, de que «que nadie se ha quemado tanto bajo el sol de España, ni ha velado tanto bajo las estrellas, como la Guardia Civil. Una fecha colocada 1844, marca el inicio de este cuerpo».
Pero no es este el único monumento dedicado a las víctimas del terrorismo. Dirigiendo nuestros pasos hacia la Academia de Tráfico de la Guardia Civil, nos encontramos otra rotonda y en ella, un austero, y a la vez robusto y lleno de simbolismo, monumento. En él, una lápida colocada antes de comenzar la columna, recuerda, que es este, un recuerdo a las víctimas del terrorismo, imagino que implícitamente, se pretende que sea, principalmente, un homenaje a los dos guardias civiles extremeños, de 21 y 22 años, Antonio Lancharro Reyes, de Monesterio, y Carmelo Bella Álamo, de la Granja de Torrehermosa, que murieron en el atentado de 1986 de la Plaza de la República Dominicana. Esta representación, es una reproducción, de la que se encuentra en el Museo de Arte romano, dedicado al legionario Zósimo, que perteneció a la Legión VII , y que permaneció, al menos cierto tiempo en Mérida, y según su lápida, estuvo 20 años de servicio, y falleció a los 37 años.
Su esposa Junia Vera, le dedicó una especie de torre escalonada, que se encontró cerca de la «casa del Anfiteatro. Todo esto, no deja de ser un referente histórico, escogido seguramente por las semejanzas con la situación de los muertos por el terrorismo, al tratarse de unos servidor del Estado, por la juventud de su muerte, y por el dolor de sus familiares, personificado en el caso de Zósimo por la dedicación del monumento por su esposa.
Y antes de abandonar nuestro paseo por Nueva Ciudad, e incluso darlo por terminado, nos fijaremos en otra estatua, situada en una rotonda en la Avda. de la Constitución, dedicada a los donantes de sangre, (algunos, ya con más de 65 años, lamentamos no poder seguir donando), es una reproducción de la Proserpina, que podemos ver entre columnas, en la fachada que preside el escenario del Teatro romano, como una de las figuras, juntamente con Plutón, de la escenografía con referencia al Hades, ( el infierno).
No es mala época, al comienzo de la primavera, recordar el relato mitológico de esta diosa, cuya vuelta a casa por estas fechas, hacía que con la alegría de su madre, Ceres, la diosa de la agricultura y el crecimiento de la vegetación, surgieran las flores y se llenaran de verde los campos.
Proserpina, hija de Ceres y Júpiter, se encontraba recogiendo flores, cuando Plutón surgió del inframundo, montado en una cuadriga arrastrada por cuatro caballos negros, y raptándola, se la llevó al Hades.
Su madre Ceres, diosa de la agricultura, al notar su ausencia, comenzó a buscarla desesperadamente, por todos los rincones de la Tierra. Así triste, y ocupada sólo en su búsqueda, se olvido de su función y todas las frutas y cereales dejaron de crecer, y por donde pisaba, la tierra se convertía en desierto. Júpiter le pidió a Plutón que liberase a Proserpina, para que la naturaleza volviera a florecer.
Este finalmente le permitió volver con su madre, pero antes de hacerlo le dio a comer seis granos de granada, para que tuviese que vivir seis meses con él. Así pues Ceres recibe a su hija en la primavera, y la recibe floreciendo los árboles y las plantas y al llegar el verano la tierra da frutos, pero al tener que volver de nuevo con Plutón, y dejar a su madre, esta se entristece y la vegetación se agosta y pierde su color, permaneciendo estéril durante el invierno.
Una lápida de mármol encontrada junto a un pantano, de posible origen romano, cercano a la ciudad de Mérida acabaría dándole, a este, el nombre de Proserpina.
En esta lápida se lee la petición de alguien, a esta diosa que reina en los infiernos, que sea su vengadora, pues le han robado varias prendas de vestir.
“Diosa Ataecina Turibrigense Proserpina, te ruego, pido y demando, por tu gran majestad, que seas mi vengadora en cuantos robos me han sido hechos; un quidam a mí me ha escamoteado, en menos tiempo que se tardó en hacerlas, las cosas que abajo escribo: túnicas, seis; capota de lienzo dos, camisas… ”
Este sentido de ultratumba, posiblemente quedaría en la mente y el imaginario de las gentes, y se reproduciría a través de los tiempos.
Pero de estas cosas ya hablaré en otros artículos, por ahora doy por finalizado mi paseo por Nueva Ciudad, y finalizo esta tanda de artículos, sobre la reciente y no tan reciente historia de esta parte de la ciudad de Mérida.
Quizás en otra ocasión retome estos paseos. pasee por el puente romano y Lusitania y me introduzca por las calles de la vieja ciudad de Mérida. Pero es tanta la historia que poseen, que requiere un esfuerzo mucho mayor.
Espero que estos relatos que he ido publicando, os hayan sido útiles, para conocer mejor el lugar en el que vivimos y subir nuestra autoestima, porque no se ama, lo que no se conoce.