Tras pasar el edificio de la Escuela de Hostelería, nos encontramos en un pequeño montecillo, un edificio que fue la antigua Hospedería del Matadero, y que es la única construcción que ha permanecido, de la que fue la empresa más prestigiosa que se encontraba en Mérida, en su época industrial.
Aunque esta, fue una obra posterior del arquitecto local Díaz Sarasola, y no formaba parte del gran complejo inicial de una dispersa mole de edificios proyectada por el ingeniero José Padrós, para la Diputación Provincial de Badajoz, y en la que se integraban naves de sacrificio, salas de oreo para despojos y pieles, lavaderos, vaquería, silos, estación de ferrocarril, cámaras frigoríficas, básculas, secaderos, salas de despiece y embutido, oficinas… como nos describe José Luis Mosquera Muller, en un artículo de junio del 2007, escrito ante el derribo del edificio, circunstancia que cerraba una importante presencia industrial y que fue testigo de múltiples acontecimientos que ocurrieron en España desde la Monarquía de Alfonso XIII, que lo visitó en su construcción, en 1927, aunque su inauguración fue en 1929, hasta la guerra civil y posguerra.
El artículo de José Luis Mosquera, definía muy adecuadamente un sentimiento de algo que había sido parte esencial en la identidad de la ciudad: «A su excelencia el Matadero» cuya demolición, borraba de «nuestros ojos la faz de una Mérida otrora industrial».Un símbolo que estaba presente en el recuerdo de generaciones de emeritenses, que de modo directo o indirecto, trabajaron en él.
Pero esta empresa que había nacido en la dictadura de Primo de Ribera, y que había tenido un gran éxito, había sido cedida en 1933, a la Cooperativa de Ganaderos extremeños, que fue incapaz de sacarla adelante, tan es así que ya a principios del 1934, se tuvo que pedir angustiosamente a la Compañía eléctrica, que por falta de pago quería cortar la luz de las instalaciones, que no lo hiciera, para poder poner al menos una vez a la semana, la maquinaria. Tan es así, que la Diputación en 1935, se hizo cargo de un crédito de 2,1 millones, concedido por el Banco de Crédito. La empresa estaba en una situación que no permitiría su continuidad, pero le llegó una carta de un empresario de Lugo, en la que se ofrecía a arrendarla.
La Diputación vio el cielo abierto, peor no podría ir. Este empresario y abogado, se llamaba José Fernández López. Era mucho lo que arriesgaba. Y se le arrendó por 600.000 pesetas y una renta de 75.000 al año. durante 10 años, ampliable a otros 10. Así se firmó el contrato el 3 de enero de 1936 y comenzaría a hacerse cargo del mismo, en abril. Pero un gran problema surgiría. Meses después comenzaría la guerra civil, lo que provocaría grandes dudas sobre su continuidad, pero supo darle la vuelta a ese gran problema.
En las excavaciones en busca de datos históricos, en los lugares, sobre todo en la Serena, donde se produjeron importantes enfrentamientos entre nacionales y republicanos suelen encontrarse, casi siempre, unos objetos que muestran el éxito del matadero de Mérida, son oxidados botes de hojalata con un letrero que marca su procedencia, «Matadero provincial. Mérida», de conservas cárnicas y otras. Porque según parece, Queipo de Llano llamó a José Fernández López a Sevilla y » le ordenó que se pusiese a fabricar grandes cantidades de rancho de cocido extremeño y carne de cerdo, en latas de medio kilo para el Ejército del Sur. »
De todos eran conocidos los métodos para hacer obedecer sus órdenes del general Queipo. Así es Fernández López, mandó a su ayudante: “Ya puede usted empezar a comprar cerdos y garbanzos donde sea, y búsqueme un buen equipo de matarifes con un buen capataz”, de esta manera, el abastecimiento militar, ayudó al reflotamiento del Matadero, convirtiéndose en la industria extremeña más importante de la época.
Pero como se ve en las posiciones de unos y otros militares en los enfrentamientos en la guerra, tanto en unos lugares como en otros, se encuentran esas latas de conserva oxidadas,. Estas latas del matadero, también son frecuentes, en las líneas de trinchera, entre Campillo de Llerena y Peraleda del Zaucejo y proceden de la zona republicana, lo que indica que estas no sólo llegaban a los soldados franquistas, como deseaba el general Queipo, sino también lo hacía a los republicanos.
Ciertamente, con el tiempo, las cosas no fueron tan bien. El Matadero pasó por diversas manos, y siglas, que le hicieron perder su importancia, siendo una más, en los intereses de las multinacionales, con lo que perdió esa importancia inicial que lo había convertido durante muchos años, en el «buque insignia de la industria emeritense, como la define José Luis de la Barrera, en su libro «Memorias y olvidos en la historia de Mérida».
Así, con la voladura del edificio, se acababa con uno de los emblemas de Mérida, en el que muchos emeritenses habían trabajado y habían puesto no sólo sus manos, también su corazón.
Había sido tan importante en la época franquista, que Franco la incluyó dentro de los ejemplos industriales de España, para conseguir ayudas, de EEUU, en el plan Marshall.
Pero todo aquello, acabaría un 4 de octubre de 2007, como nos cuenta Celia Herrera en un excelente artículo que describe aquel momento de la explosión, que muchos emeritenses contemplamos, a cierta distancia.
«125 kilos de goma-2 ECO, un explosivo de fabricación española muy potente y manejable, de apariencia gelatinosa, acabaron ayer con el edificio ‘frigorífico’ de Carcesa, último resto del que fuera el principal matadero de Extremadura. Tras la voladura, el edificio se derrumbó sobre sí mismo en una secuencia que duró tres segundos exactos, justo el tiempo en el que tarda en decirse ‘per-fec-to’ con cierto deleite, mientras se comprobaba que todo salía tal como estaba previsto.
La estructura, de seis plantas y una altura estimada de 40 metros, se desplomó desde abajo hacia arriba, con un poco de inclinación hacia una de las fachadas, al estallar en un instante los 700 detonadores que se habían colocado en las 30 columnas de la planta baja.
Un giro de manivela
Los pilares habían sido agujereados concienzudamente el día anterior para ir introduciendo en las cavidades el explosivo. Posteriormente, todos los detonadores fueron conectados a un único cable que los unía con el explosor, el dispositivo especial para activarlos, y que se situó en la parte posterior del edificio.»
E iba describiendo como:» En el primer milisegundo se explosionaron los seis pilares de la primera fila. A continuación los ocho de la segunda fila, después los ocho de la tercera fila, y así, sucesivamente, hasta que la primera planta cedió y las superiores fueron cayendo unas encima de otras hasta que todo se convirtió en lo que parecía una gran tarta de chocolate de varias capas.»
Y de todo aquello, ya sólo queda un espacio vacío, y como único testigo, el edificio de la Hospedería que ahora, ocupa el Comedor Social Beato Cristóbal de Santa Catalina, creado en el 2014, como respuesta a la crisis económica de aquel momento, pero que parece que esta crisis, no ha desaparecido atendiendo, algunos días, a 90 personas, a las que se les proporciona una comida caliente en el centro y al salir, una cesta con la cena.
Además de un contacto social y atención personal y psicológica.
Y levantando la vista, más allá, destacan dos puntas, que son una simbólica representación de fortaleza, que resalta la presencia de un tricornio, situado abajo, formando parte de un monumento, que sirve de homenaje a los guardias civiles extremeños víctimas de ETA en 1986.
Pero de todo esto y alguna otra cosa más, ya me ocuparé la próxima vez
Magnifico como siempre tu trabajo sobre el Matadero Regional de Mérida, yo seguí la voladura de los últimos restos que representaban el edificio conocido como «edificio frigorífico», que era el de mayor altura de la Fabrica, junto a nuestro común amigo Celestino Parejo que fue el Ingeniero encargado de llevar a cabo su exitosa voladura, provocando en cuestión de segundos su derrumbe vertical, cayendo perfectamente a plomo. Y ahí termino la historia de nuestro querido Matadero, esa gran Empresa que como tú bien dices, durante la guerra civil ayudo en la alimentación de miles y miles de personas, tanto de uno como de otro signo político en aquellos momentos tan duros como representaron los de la guerra civil española, de tan triste recuerdo.
Un abrazo Carmelo
Gracias. Los que habéis trabajado en él, y le teníais cariño, como muchos emeritenses, sabéis muchas cosas, que desconocemos la mayoría
Extraordinario depues de 37 años en el matadero y salí por una terrible enfermedad estoy llorando gracias!
Gaaacias. Señor
No soy de usar estos balcones para lanzarme al lector, pero es de agradecer estas línea tuyas, Carmelo, sobre el Matadero, en el que, tanto mi familia materna como paterna, desarrollaron buena parte de su vida y hasta alguno se topó con la muerte (mi abuelo Ernst, falleció en su despacho, de un infarto, en 1964).
En su momento defendí, junto a mis compañeros cronistas, la salvación del edificio de oficinas. No pudo ser.
En mi memoria, aún resuena la sirena anunciando el cambio de turno y en la torre que se alza en la rivera del Guadiana, retumba la bomba de impulsión que llevaba agua a esa industria benefactora y singular. Gracias de nuevo, Carmelo.