Miguel Valdés tiene una visión preocupante de Mérida que, a decir verdad, se asemeja mucho a la realidad. El líder de XMÉRIDA, la plataforma ciudadana y política que concurrirá el 28 de mayo a las elecciones municipales, dijo el lunes en la presentación de la misma que el panorama político de la ciudad es poco alentador, lo que hace que se produzca más el desapego de los emeritenses con la política. Y no va mal desencaminado Valdés, pues tras ocho años de gobierno socialista, sí es verdad que se nota un hartazgo en la sociedad emeritense con las formas de hacer política del alcalde Rodríguez Osuna y su equipo de gobierno.
No vamos a caer en ejemplos concretos pues ese es el trabajo de los políticos de la oposición, pero los gobernantes de estas tierras pecan de exceso de soberbia y de chulería y aunque la gestión económica no sea mala del todo, la verdad es que se ha derrochado a manos llenas en cuestiones de las que sólo se benefician un puñado de ciudadanos, cuando se debiera pensar en la generalidad. Sólo decir que se están haciendo obras que no se sabe muy bien a qué intereses atienden y que hacen que la ciudad esté patas arribas.
Valdés reclama a la abstención del 40% de emeritenses que pongan coto a tanto despropósito. Suena muy bien lo que dice de que «los emeritenses son los que tienen que elegir qué tipo de gestión quieren para su ciudad», pero eso nos llevaría a un sistema asambleario que nos da mala espina. Son los políticos los que deben ser claros a la hora de publicitar sus propuestas y llevarlas a cabo. Los ciudadanos votamos siglas y programas, o quizá personas, pero siempre en la confianza de que aquellos que nos representan cumplen con la palabra dada. De lo contrario, ir a salto de mata, lleva a la ciudadanía al desconcierto y a caer en la abstención que Valdés Marín quiere romper con un grupo de personas ilusionadas pero a las que no se les podría juzgar que tuvieran recelos dado cómo se las gasta el alcalde Rodríguez Osuna.
XMÉRIDA no cree en los partidos tradicionales como tales. Normal. El sistema está más que en entredicho no por todos pero sí por una miscelánea de mal llamados políticos que utilizan despachos y recomendaciones, cuando no puertas giratorias, para hacer putrefacta la acción política. Es cierto que no todos los políticos son iguales, pero la verdad es que lo conocido deja mucho que desear y el ciudadano no es idiota, nos damos perfecta cuenta que nuestros intereses parecen muy diferentes a los de los políticos al uso.
Todo esto causa que la abstención se dispare y que el ciudadano observe desencantado cómo unos pocos manejan a la totalidad. La única manera que existe para terminar con todo este embrollo es acudiendo a votar, en masa, demostrando que hay peso real por parte de los electores. Quedarse en casa es lo peor que se puede hacer y más en estas elecciones cuando se van a presentar seis o siete formaciones políticas.
Los que integran el proyecto de Miguel Valdés Marín creen que tienen la obligación de entregar a los emeritenses «parte de nuestra vida, de nuestro tiempo, a cambio de todo lo que ella nos da y además lo hacemos de manera apasionada, siendo conscientes que esto empezará y acabará y en ese momento volveremos cada uno de nosotros a nuestras vidas, cuando sea». Es lo que dice el manifiesto de XMÉRIDA, o dicho con otras palabras: nada de políticos profesionales, porque la política no es una profesión sino el compromiso de una persona de trabajar por su pueblo desde la lealtad más absoluta a sus ciudadanos.
Haciendo realidad el compromiso de servir y no de servirse del pueblo es como los vecinos creen en los políticos, se presenten por un partido convencional o por una plataforma de nueva creación. Pero para terminar con la abstención hay que ilusionar y el problema es que tenemos callos en el cerebro de las veces que los de siempre nos han engañado. Miguel Valdés Marín ofrece un proyecto nuevo. Que cale o no en el electorado depende de la capacidad de otras formaciones en ilusionar también con programas que lleven al juego limpio en la política. La abstención es un hueso duro de roer.