Seguimos con el Puente Romano, que guarda entre sus piedras toda la historia de Mérida, esperando que alguien se acerque a leerla.
La imagen que se ha transmitido, de la época romana, ha sido la de una civilización en la que había un cierto exceso en el tema sexual, y ponen como escaparate para esta confirmación, las pinturas y elementos, como los penes grabados que marcan la dirección a seguir, que se han encontrado en un barrio de Pompeya, y que han pensado que esto mismo, se podría dar en todas las ciudades de cierta relevancia y sin duda Mérida la tenía, por lo tanto debía de haberlo, ya que era una población a la que acudían muchos viajeros, a realizar toda clase de negocios.
La existencia de un falo en relieve, en uno de los bloques que se acumulan en la zona de Morerías, en el recinto de las Consejerías, con una estética muy semejante a los que se encuentran en Pompeya, hace pensar que no tiene el significado del que se encuentra bajo el Puente Romano, o el apenas visible, en una columna en el Acueducto de los Milagros, como símbolos y deseo de fortaleza y perdurabilidad de estos monumentos, algo que en cierta manera se ha cumplido.
No había caído en ello pero, Ángel Caballero, gran estudioso y conocedor como ninguno de la historia del ferrocarril, especialmente en su paso por Mérida, me comentó el derribo de una o dos de las columnas del Acueducto de los Milagros, que según un estudio realizado por él, y pendiente de publicar, fueron realizados para hacer pasar, por ese lugar, las vías del tren y la carretera que luego sería la calle Marquesa Pinares. Y es cierto, el espacio que existe entre uno y otro lugar de las columnas del Acueducto, por donde pasa el ferrocarril e incluso, la que se percibe entre las edificaciones a la otra parte, mirando desde la calle Marquesa Pinares hacia el Calvario, es realmente amplio y hasta hace pensar, que tras la ausencia de varios soportes, que hacían que llegara el agua al depósito, situado en el Calvario, debieron de ser más de dos, los que se derribaron, ya fuera para aprovechar sus materiales, o para liberar un espacio para otros usos, considerando a estas columnas, un estorbo.
D. José Álvarez Sáenz de Buruaga en su libro «Materiales para la Historia de Mérida», cita repetidamente, ya en la primera mitad el s. XIX, la existencia de una Junta Arqueológica y la contratación de trabajadores para realizar excavaciones, lo que indica que ya existía una conciencia, de la importancia histórica de los vestigios romanos en Mérida, lo que no fue problema, para derribar parte del Acueducto para favorecer la colocación de las vías del tren que uniría, Mérida con Badajoz. El 18 de junio de 1864. se inaugura esta línea. En Badajoz, tras la bendición del obispo de la locomotora, el tren salió en dirección a Mérida, quedaba inaugurada esta línea que tanto progreso aportó a la ciudad.
Este acueducto, fue llamado popularmente «de los Milagros», y se ha quedado con este nombre, porque resultaba milagroso, que a pesar de los siglos y los avatares sufridos, todavía permaneciera en pie. Hasta uno empieza a pensar que aquel falo que colocaron en el monumento los romanos debió de hacer efecto.
Pero esto de la destrucción de yacimientos y vestigios romanos, de gran importancia, nos puede parecer algo del pasado, pero nadie habla, porque no es políticamente correcto, de uno de los más grandes atentados, a juicio de los arqueólogos e historiadores, que se produjo en fechas recientes.
Porque para las obras del Ave hace tres décadas, destruyeron , a su paso por Cercadilla (Córdoba), uno de los yacimientos arqueológicos más importantes de la península, se trataba del mayor palacio romano de Hispania.
Había prisa, para que estuviera todo preparado antes de la Exposición de Sevilla del 1992 y mientras los arqueólogos, se afanaron en documentar e intentar parar uno de los mayores desastres patrimoniales de la historia de España, como fue el soterramiento de 80.000 metros cuadrados de recintos palaciegos romanos, por las obras del tren de alta velocidad. La excusa fue la habitual, «el progreso se ha de anteponer a la historia».
Pero sigamos. Cualquiera que pase por el arco primero del Puente Romano, se encuentra el relieve de un falo.
El simbolismo de esta figura, en el mundo romano era de protección y fortaleza, y en este caso, no se trataba sólamente de proteger el Puente, sino que algunos apuntan, que el deseo abarcaría a toda la ciudad, ya que sobre él, se encontraba la puerta occidental de entrada a Mérida.
Con esto, se quería proteger no sólo de los enemigos y de la destrucción, sino que se deseaba prosperidad, e incluso simbolizaba la fecundidad, ya que una abundante población conllevaba una mayor protección y riqueza.
Los falos eran también un amuleto habitual, recabando, igualmente como se deseaba en los monumentos, una protección, y riqueza para el portador.
Pero hay uno muy conocido, por hallarse debajo de las Consejerías en el Paseo de Roma, muy a la vista de los paseantes, y que posiblemente tuviera el mismo simbolismo de protección , que los otros, pero tiene una estética, semejante a algunos que marcaban la dirección a seguir hacia los prostíbulos. Que en Mérida no se dónde se encontrarían en la época romana, pero en la Edad Media, estaban cerca de las puertas de las murallas, como en la Plaza donde se encuentra el Parador, o en las Rambla de Santa Eulalia, y en estos lugares por los que entraba la gente a la ciudad, había tabernas y mesones, en los que como se ve en el diálogo de la tablilla de Aesernia ( Isernia. Italia) se ejercería la prostitución.
Un cliente que se ha alojado, arregla cuentas con el dueño, y este, incluye los servicios de una muchacha, como algo tan normal, como podía serlo la comida, el alojamiento o la paja para la caballería..
-Posadero, hágame la cuenta.
-Un sextario de vino. Por el pan un as; por el pulmentarium, (plato de comida) ) dos ases.
-Conforme.
-Por la muchacha, ocho ases.
-De acuerdo también.
-Heno para la mula, dos ases.
-Bien.
Aunque estos alojamientos, también solían llamarse “Cauponae”, palabra, que abarca el significado general de tiendas, porque a juzgar por un texto de Plauto, también se ejercía, el comercio del sexo, en las panaderías, aunque en estos lugares, se encontraban las prostitutas más baratas y de menor nivel social, a las que acudían las clases sociales más pobres, como los siervos y esclavos.
Pero es que incluso este era un negocio que interesaba hasta a las autoridades, porque en 1542, el Ayuntamiento, rehabilitó un mesón que se encontraba en el cruce, de las actuales calles Almendralejo y San Salvador, y lo convirtió en una mancebía, y curiosamente nombró a un «padre de putas» que era quien debía de ocuparse del cuidado de estas mujeres.
El barrio debió de mantener esta tradición porque durante el franquismo, en el que oficialmente estaba prohibida la prostitución, esta zona de Morerías, sobre todo en los inmuebles cercanos al Puente, eran los habituales de los prostíbulos. ( Todavía en fechas cercanas había alguno por mitad de la calle San Salvador).
Y el falo de debajo del Puente, marcaba esa dirección, y es que los romanos, se adelantaron hasta al futuro, e hicieron con tanto falo a una Mérida «in-falible».