Juan José Estepa García
Académico correspondiente de la Real Academia
de Extremadura de las Letras y las Artes
Como sinopsis recordatoria, un tanto epitáfica, así de sus funciones como de su historia, señalaré que el puente de Cantillana, como bien se sabe, se ubica en el camino viejo que comunicaba Badajoz con la ciudad de Cáceres y con la de San Vicente de Alcántara. Era un lugar de paso obligado para llegar a la ciudad, encontrándose a una distancia de cinco kilómetros de ella. Además de cumplir su misión para el tránsito viario, era un punto ideal para el control de los rebaños de la Mesta, que lo pasaban para dirigirse a Badajoz. Y, llegados los ganados a la entrada de la ciudad, se conducían a la margen derecha del río Guadiana para cruzarlo por el vado de El Moro, o por el vado de Los Batanes, y pasar a la margen izquierda de dicho río, y seguir el camino en busca de los pastos del término municipal de Valverde de Leganés, donde finalizaba la cañada Soria Occidental. El cobro del montazgo, en beneficio de Badajoz, era un privilegio concedido a esta ciudad desde el reinado de Alfonso X, y finalizó en el año 1836.
El puente de Cantillana fue contadero de los ganados trashumantes para cobrar a los pastores el montazgo a favor de la ciudad de Badajoz. En la mayor parte de los lugares de Castilla y León, y en otras partes de Extremadura, el montazgo fue tomado en los puertos reales por los serviciadores reales, en presencia de los procuradores de puertos que firmaban su conformidad en representación de la Mesta. Esa función recaudadora se estuvo ejerciendo por los mencionados funcionarios reales desde el siglo XIII, hasta que fue cedida en el siglo XVI a los recaudadores de impuestos dependientes de los concejos municipales, que, a su vez, liquidaban con la hacienda real. Pero en el caso de Badajoz no existía la necesidad de tal liquidación por ser una imposición que revertía a las arcas municipales de esta ciudad.
Para llegar a Badajoz por el camino de San Vicente y de Cáceres, había cruzar el río Gévora. Por ello, es razonable pensar que en épocas anteriores al 1531, cuando comenzó la construcción del actual puente, hubiese existido en sus proximidades otro pasadero más antiguo, pues, siendo el actual un puente de época renacentista, tiene algún detalle de configuración medieval, a imitación de otro posible puente anterior. Algo de esto se intuye en el informe que la directora de la RAEX, doña María del Mar Lozano Batolozzi, envió a la Junta de Extremadura para que declarase BIC a dicho puente, donde dice: Sin embargo, se trata de un puente de perfil alomado, lo cual es una reminiscencia de la tipología propiamente medieval.
Respecto a los avatares sufridos por el puente de Cantillana, además de los daños producidos por crecidas del río Gévora, el puente sufrió destrucciones en diferentes guerras para dificultar el paso del río a las unidades rodadas o artilleras.
La señora directora de la RAEX denunciaba en su informe las deficiencias estructurales que había que atender: En la actualidad el puente tiene varios problemas estructurales que requieren su restauración.
También, en otras épocas, y en diferentes libros y distintos artículos de algunas revistas, diversos autores habían denunciado sus deficiencias estructurales y la falta de mantenimiento.
Visité el puente en el año 1999, y aún se mantenía en un estado de conservación aceptable, tanto en su estructura: pilares, estribos, arcos, tajamares y tablero. Se podía pasar de una orilla a otra sin problema alguno, pues solo contaba con dos pequeños baches desempedrados que no impedían el paso.
Años más tarde, en el 2012, volví a visitar el puente de Cantillana para conocer su estado, con motivo de mi libro La Mesta en la historia de Extremadura. La aventura trashumante, y ya se encontraba muy deteriorado respecto a la visita que realicé en el año 1999. Así lo manifesté en el libro.
Solo me queda mostrar, para constancia del doloroso suceso, la desoladora imagen de cómo ha quedado el puente después de las lluvias del día 15 de diciembre del año 2022, que, aunque por esperado el daño, no es menos penoso para los que amamos la historia y el patrimonio. Y añado que podemos considerar endémica la falta de atención a los monumentos del patrimonio por parte de nuestros gobernantes, pues, como un continuo goteo, son muchos los sobresaltos que experimentamos al conocer las noticias en este sentido, como ocurrió últimamente con la ermita de Brovales, a pesar de las numerosas advertencias de académico don Feliciano Correa.