Apenas a diez minutos de Badajoz, en Elvas, se encuentra uno de los máximos exponentes de las construcciones defensivas que a lo largo de toda la frontera se conservan.
Al sur de la hermana ciudad y vigilante, ya jubilado, tras más de un siglo de descanso por inútil. A veces español y otras tantas portugués, cuando no de ambas, es fiel reflejo de lo que la historia atesora y que nunca debe ocurrir entre poblaciones limítrofes.
Lo que antaño era una fortaleza inexpugnable se nos presenta ahora como un museo, cuidado y de fácil acceso para la mayoría. Quizás faltase por hacer un último esfuerzo y estudiar, con las autoridades en la materia, el implementar las medidas necesarias para mejorar la posibilidad de su visita a las personas con capacidades reducidas.
Ya puestos a pedir habría de considerar igualmente que los letreros informativos incluyeran el sistema de lectura braille, también denominado cecografía. Tarea para la que bien podrían servir los años de experiencia que atesora la institución ONCE, que sin duda aceptaría de buen grado el desafío.
Curiosa, por desconocida, la primera línea defensiva. Una vez superado el desnivel y la cuesta que nos dificulta la subida. Son las cuevas del lobo (Covas de lobo), obstáculos defensivos que consisten en fosos de dos metros de profundidad donde se clavaba una estaca afilada. Tapadas con ramas de árboles y maleza frenaban el avance enemigo.
Una vez accedemos podemos estudiar las diferentes barreras defensivas del fuerte y entender la dificultad militar que entrañaba su asedio. Por el módico precio de tres euros, que damos por bien empleados, siquiera sea por mantener en perfecto estado, tal es el caso, las magníficas instalaciones. Modestas, muy limpias y bien conservadas.
La visita nos depara varias sorpresas que iremos descubriendo. La principal la hermosa iglesia construida a principios del siglo XVI por el obispo Safim, D. Joao Sotil. Presenta un estilo gótico tardío sencillo y está compuesta por una nave cubierta por bóvedas de crucería ojival.
En ella podemos disfrutar de una talla de San Vicente mártir, quien a inicios del siglo IV padeció su martirio en Valencia. Igualmente, sorprendente la talla del Arcángel San Miguel, príncipe guardián y guerrero, defensor del trono celestial y del pueblo de Dios.
Interesantes por su arquitectura las letrinas de la época, su disposición y luminosidad. Individuales, en contraposición a las recientemente descubiertas en el Teatro Romano de Mérida. La altura de cada puerta sirve para hacernos una idea de la talla de las personas en aquellas fechas. Dan fe, al igual que ocurre con el graderío de la plaza de toros de la ciudad de Cáceres, “Era de los Mártires”, del crecimiento experimentado por la población en los dos últimos siglos.
Mencionar tan sólo de pasada las joyas de la corona, numerosas reliquias, uniformes militares, armamentos y municiones de las diferentes épocas. Se encuentran en muy buen estado de conservación y acompañadas por múltiples documentos fotográficos.
El premio se nos reserva en la cima de la fortaleza, desde la casa del Gobernador (Casa do Governador) se disfruta de una de las mejores vistas de la amurallada ciudad de Elvas. No olvidar en este enclave apreciar los aljibes en esta zona superior, son obra principal y que se antojan imprescindibles para tan ardua tarea.
Es nuestra recomendación para una visita cultural que bien puede adornarse con la obligada y necesaria parada gastronómica. Pero esta última cuestión será objeto de las siguientes crónicas por ser en sí misma tarea interminable.