En un artículo en Ethic, Manuel Martin-Loeches Garrido, catedrático de Psicobiología en la Universidad Complutense de Madrid, comienza diciendo que “el cerebro humano no busca la verdad, lo que busca es quedar bien.”
Y dice algo que es sabido como que “el cerebro humano es una maravilla de la naturaleza que hasta ha sido capaz de llevarnos a la luna”
Y añade luego algún ejemplo de por qué el cerebro humano es prodigioso, pero no perfecto: ha creado aviones para 500 pasajeros, pero no tienen el número 13 de la fila de butacas porque “da mala suerte”.
El artículo de Martín-Loeches es enjundioso y no tiene desperdicio y hasta leerlo puede servir para conocernos mejor.
Nos daremos cuenta de la importancia del razonamiento -que en teoría sirve para mejorar nuestro conocimiento y así tomar mejores decisiones- en nuestras decisiones.
El razonamiento “es adaptativo dada la excepcional dependencia de los humanos de la comunicación y su vulnerabilidad a la desinformación”.
Y hay que tener en cuenta el entorno. Los argumentadores hábiles, los políticos en el caso al que me refiero, no buscan la verdad sino argumentos que respalden sus puntos de vista.
Hay políticos (y tertulianos, y periodistas) que pueden convencerte de una idea y, si es necesario, de la contraria, dependiendo del entorno y de tu predisposición (ideológica, educacional, emocional…) y aunque digan algo absurdo y poco razonable, puedes llegar a defenderlo. Y votarlo. Y eso que sabemos que votar es dejar en manos de otros -que tú has elegido libre y razonablemente- tus decisiones políticas, sociales y demás.
Todo gracias al cerebro, al tuyo y al suyo. A como estén “adiestrados”.
Y si seguimos con el argumento lógico que dice que “el cerebro humano no busca la verdad, lo que busca es quedar bien”, algo no me cuadra cuando, por ejemplo, un político dice que España actualmente es una dictadura y hay personas que lo creen.
Visto desde fuera y sacada la frase de contexto, está claro que la persona (“con estudios”) que dice que hay una dictadura en España no busca la verdad, sino quedar bien con alguien, aunque sea contraproducente.
Sobre todo si como dice Martín-Loeches en su artículo, el cerebro se hizo “para afrontar los grandes retos de vivir en sociedad, de convivir con un número elevado de individuos con los que a veces cooperamos y a veces competimos.”
Pero prefiero frases de otros políticos (sacadas de internet) que pueden resultar divertidas “a toro pasado” que yo diría que soltaron para quedar bien:
George W. Bush, presidente de EEUU, dijo el 5 de agosto de 2004: “nuestros enemigos son innovadores y tienen recursos, y nosotros también. No dejan de pensar nunca en nuevas maneras de hacer daño a nuestro país y a nuestra gente, y nosotros tampoco”.
El actor Arnold Schwarzenegger, en la campaña electoral de 2003, cuando se convirtió en gobernador de California dijo: “Creo que el matrimonio gay debería ser entre un hombre y una mujer”.
Y los votaron muchos cerebros, digo, personas.
En definitiva, el cerebro humano está siempre interpretando la verdad y “arrimando el ascua a su sardina”, justificando cualquier dislate o hecho poco razonable…, para mi cerebro, que no para el suyo o el tuyo.
El más claro ejemplo no es solo la política, sino también, el fútbol.
Fin.