Enfrente de la puerta principal del Ayuntamiento y en los bajos de la Plaza de España, había dos bares «clásicos» de Mérida: el España y el Eduardo, desde hace unos años no existen, ahora los dos juntos conforman uno de los famosos «El Pestorejo» de la ciudad.
Al Eduardo -con el que aún me une una amable amistad- yo iba por las mañanas a tomar café y alguna que otra noche a tomar una copa o dos.
La historia del libro de la foto me ocurrió una de esas noches en el Eduardo hace más de diez años.
El Eduardo era una barra de unos cinco o seis metros de largo a la derecha, un «cuarto de baño» unipersonal y para personas de menos de uno setenta de altura al fondo a la izquierda y al lado, una puerta-almacén que antes daba hacia el Edma, restaurante también de Eduardo que estaba en las traseras que daban a la calle Castelar, enfrente del Nano y del Juan y casi al lado del Miguel.
Aquella noche era de invierno de las de verdad, de quedarse en casa en la mesa camilla, junto al brasero, aún así, salí.
En el bar no había casi nadie, en un lado de la barra estaba yo sentado en un taburete y en el otro, la camarera que creo que era P., bonaerense interesante y eficiente que me contó que había jugado de pequeña en la calle con el Cholo Simeone y que eran medio primos.
Yo miraba sin ver la tele y pensaba en mis cosas cuando de pronto se abrió la puerta y junto con el frío del exterior entró un tipo algo más bajo y maduro que yo, con un abrigo que tenía pinta de que pesaba mucho o que era de los caros, chaqueta y corbata.
No sé cómo, pero empezamos a hablar de tenis. Y salieron los nombres de Nadal y Federer, los Cristiano Ronaldo y Messi del tenis (no, de Djokovic no hablamos, no digamos de Alcaraz que por aquellos entonces tendría ocho o diez años)
Le comenté al trajeado señor lo que pensaba: que Federer era bastante más técnico y elegante que Nadal, pero que con Nadal, tan obsesivo y furioso hasta con él mismo, tendría que ser muy difícil jugar mental y físicamente.
No recuerdo mucho más de lo que hablamos, solo sé que nos tomamos dos o tres copas cada uno y que al final me vendió un libro. El de la foto. Me lo quería regalar porque aún no estaba en el mercado y lo tenía algo subrayado, hay algunas frases señaladas con bolígrafo rojo) pero se lo pagué.
Aquel par de horas por la noche en el bar Eduardo con el señor del traje -azul marino- me dejó, aparte de un buen sabor de boca y al día siguiente algo de resaca, este libro con una firma y un correo electrónico para contarle -al señor del abrigo pesado y traje que entró de pronto en el Eduardo- qué me pareció el libro.
Al final, antes de despedirnos, me contó que él se llamaba Pere Más y que era uno de los autores -el otro es Toni Nadal, el tío del tenista- del libro, aparte de amigo de la familia y creo que por entonces, ayudante de Nadal.
La verdad es que era igualito que el de la foto que viene dentro del libro, en donde pone que él -Pere Más- pasa largas temporadas en Extremadura. Y Mérida es de Extremadura. Qué curioso.
Lo mismo hasta era él. Por cierto, el libro aún no lo he leído, qué raro.
Fin.