Qué suerte que tengamos cerebro que nos diferencia de los animales. La naturaleza es sabia, pero nosotros, con nuestro cerebro funcionando a tope lo somos más todavía. Una de las características de que seamos animales sociales es lo que se da en llamar “atención selectiva”. Cosas del cerebro. Es fácil de explicar con un ejemplo: si una mujer está embarazada solo ve embarazadas por la calle. Y carritos y niños en los parques y tiendas de ropa de bebé. Y crees que ahora hay más mujeres encinta que nunca. Y no es así. Es el cerebro el que necesita información y se fija en lo que es importante en ese momento de tu vida. Ocurre si vas con muletas, solo ves por la calle gente con la pierna escayolada. Y hasta si vas borracho que crees que todo el mundo va igual que tú. La motivación es lo que tiene. Y la preocupación. Y la atención selectiva, claro.
Eso mismo me ha ocurrido a mí mientras rellenaba con mi hija la solicitud del bono cultural joven: solo veía cuestiones relacionadas con dicha ayuda social. Tanto es así que me ha llamado la atención que en Facebook, la única red social a la que estoy subscrito, vi tres o cuatro veces el “cartelito” que he puesto, ese en el que alguien compara la mili con el bono cultural joven. Lo mismo llevaba tiempo pululando por ahí, pero hasta ahora no me fijé. Cosas de la “atención selectiva”.
Paso a analizar el “cartelito”. Algunos periódicos de derechas dicen que este bono cultural se creó en 2022 para captar votos de la gente que empezaba a votar ese año. Añaden que el Gobierno se ha gastado doscientos millones de euros en tal asunto y los de izquierda que no, que no ha sido tanto, que han sido ochenta millones y que, además de beneficiar a los jóvenes, los que han salido ganando son las empresas del mundo cultural que quedaron muy mal después de la pandemia. Habrá de todo. Digo yo. Resultando que la Comunidad autónoma que más bonos ha solicitado es Andalucía gobernada por la derecha. Qué difícil tiene que ser mantener cierto equilibrio social.
La mili data de 1800, pero era irregular porque quién tenía dinero, se libraba de ella. Se regularizó en 1940, recién finalizada la Guerra civil española, cuando el jefe del Estado, Francisco Franco dictó la Ley de Reclutamiento y Reemplazo del Ejército. Por esa ley todos los jóvenes a cierta edad estaban obligados a pasar dos años de su vida sirviendo a la patria. En Wikipedia (este es el nivel) indican que la finalización del servicio militar obligatorio fue uno de los puntos incluidos en el Pacto del Majestic de 1996 entre José María Aznar y el presidente de la Generalidad Jordi Pujol, a cambio del apoyo de CiU en la investidura del líder del Partido Popular tras las elecciones de ese año. En 2001, desapareció la mili obligatoria.
Aún así, si alguien quiere hacerla y cobrando más que en la obligatoria, actualmente existe el ejército profesional.
En la página del Ministerio de Defensa especifican la normativa y los requisitos necesarios para hacer la mili.
Por cierto y siguiendo con el “cartelito”: un hombre de provecho (supongo que las mujeres igual) es alguien educado, preparada para la sociedad, cumplidor y con un futuro prometedor. Quizás quienes hicieron la mili salieron así. Yo no la hice por lo que no puedo opinar con exactitud.
Para terminar, sigo sin ver relación alguna entre hacer la mili y gastarte 400 euros en videojuegos, algo que no es exactamente así porque, después del tremendo “papeleo” -no es fácil solicitar el bono aunque te manejes bien con los móviles u ordenadores- resulta que de esos 400 €, 100 son para productos físicos (libros, prensa o discos), otros 100 para productos digitales (prensa digital, podcast, videojuegos en línea -un videojuego cuesta unos 50 € y plataformas virtuales) y 200 para artes vivas (teatro, ópera, cine, danza, museos o espectáculos taurinos).
En la comprensión lectora del susodicho “cartelito” quizás falló mi atención selectiva, para mí que tiene mucho que ver que de joven leí todas las “Historias de la p. Mili” que sacó Ivà en El Jueves.
Nota: yo de joven jugué mucho al Pac-man, a los marcianitos y al Tetris y no me considero un inútil social.
Fin.