Tengo abiertas dos pestañas en el ordenador. En una tengo la Declaración Universal de los Derechos Humanos, en la otra, el Wikipedia Loreta Lynch. Y luego, en papel, la revista Líbero número 43 titulada “Los Mundiales más sucios” que tiene en portada una réplica de la copa del Mundial creada por el artista ruso Andrei Molodkin.
Esa réplica está hecha con petróleo de origen catarí. El precio simbólico es de 150 millones de dólares que es lo que dice que se llevaron la mayor parte de los 24 ejecutivos de la FIFA que eligieron en 2010 a Rusia para el Mundial de 2018 y a Qatar para el que empieza hoy.
Parece ser, que Loretta Lynch, Fiscal General de EEUU desde 2015 hasta 2017 fue la persona que lideró tal investigación.
No tengo ni idea de más. No sé si todo esto es cierto o fue aún peor. No sé los nombres de esos ejecutivos. Ni si acabaron en la cárcel o si devolvieron el dinero recibido. O a quien había que devolvérselo. No tengo ni idea de nada.
No sé si en Qatar han muerto 6.000 personas, 6.500, 15.021 como pone en un informe de Amnistía Internacional. O 15.799 que no tienen nacionalidad catarí (de India, Bangladesh, Nepal, Sri Lanka, Pakistán). Como acabo de leer.
Nada sé de las vidas de esas personas. Cómo son, por qué tenían o tienen que irse al extranjero a trabajar y jugarse la vida. Cómo murieron. No tengo ni idea de nada. Ni soy un cínico.
En la revista “Líbero” aparecen muchos artículos con pinta de interesantes. No los he leído todavía, pero en la entradilla de algunos de ellos se aclara un poco de qué van.
En uno hablan de que en el Mundial de Argentina de 1978, mientras unos le daban patadas al balón, otros veían los partidos en la tele o en directo, “los jefes militares de la dictadura estaban en el palco oficial”.
En otro artículo cuentan que hay futbolistas brasileños que apoyan a Bolsonaro, un señor de extrema derecha. En la revista también hablan de Corea, la URSS o de Mussolini o de Joao Havelange, que fue presidente de la FIFA durante 24 años.
El primer Mundial que recuerdo haber visto -no tengo ni idea de cuantos partidos vi- fue el de 1974. Yo tenía nueve años. A esa edad me pasaba horas y horas jugando al fútbol en la calle y poco después “fiché” por el equipo alevín del Imperio FC de Mérida.
En aquel verano del 74 gobernaba en España Franco, un dictador y había dos Alemanias, una oriental (comunista) y otra occidental (capitalista). En la occidental (Maier, Breitner, Beckenbauer) se jugó el Mundial. No se me olvida que Holanda pudo golear en la final a Alemania Federal, pero los alemanes ganaron 3-2. Hasta me acuerdo que Lato, un comunista (creo) polaco fue el máximo goleador.
Desde 1974 he visto todos los Mundiales, normalmente cuando jugaba España y los partidos de semifinales y finales como mucho. Nunca me planteé si verlos o no.
Supongo que veré algunos partidos de este Mundial, no sé. Dudas existenciales tengo muchas. Y contradicciones.
Tengo en pantalla la Declaración Universal de los Derechos Humanos. El artículo 1 dice: Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.
Hay personas que dicen que lo de Qatar huele mal, que es un auténtico insulto a esa Declaración Universal.
No sé si antes de este Mundial de fútbol olía mal o si seguirá oliendo mal después. O qué nos contarán. De Qatar y de otros sitios. No tengo ni idea de mucho. De muchas cosas. Qué fea es la Copa del Mundo.
Fin.