Ha sido como el pistoletazo de salida de las pruebas de atletismo, tras el silencio veraniego imperante, la detonación de fogueo, ruido ensordecedor y de manera instantánea, como si de un resorte se tratase, todos los músculos se han activado.
De acuerdo que han transcurrido los cien días de cortesía y acomodo que se suelen conceder a los recién llegados y ya será razón que se inaugure el curso político, aun así, nos congratula la dinámica política postvacacional.
De repente, los diez usufructuarios de la preciosa y rectangular mesa negra de Presidencia de la Junta de Extremadura, (que bien valdría para hacer aquel famoso anuncio de la señora deslizándose longitudinalmente por su superficie al tiempo que la limpia y abrillanta) han comenzado a animar a sus equipos y lo mismo se nombra a un director general que se cesa a un jefe de servicio.
Mejor aún, igual sale la consejera de Vox y se pronuncia en contra de los agoreros del cambio climático que la presidenta anunciando la restauración de los usos y costumbres tradicionales cinegéticas de Monfragüe.
Una vez superada la canícula y bronceados los cuerpos en esas playas onubenses, se ve la Administración regional de los bienes públicos desde otro punto de vista, ¡dónde va a parar!, unos y otros lucen más felices y relajados; preparados, listos y ¡ya! (que diría un castizo, siguiendo con el símil inicial y atlético) para la labor de gobierno democráticamente encomendada.
Al anuncio de la supresión de la universalidad en la gratuidad del servicio de comedor en los colegios extremeños, que ha sido recibida con desigual aceptación, según se sea beneficiado o perjudicado por dicha medida, le sigue la prometida y comprometida bajada o supresión de impuestos.
Y vuelta a empezar, los hay que se quejan porque se bajen los impuestos y los que nos alegramos por el cumplimiento del consabido eslogan neoliberal. Será cuestión de armarse de paciencia y comprobar si la medida es positiva o negativa para la totalidad de la sociedad.
Lo que no compartimos es la matraca de que esta medida beneficia a unos más o menos que a otros, en función de su nivel de rentas o patrimonio. Consideramos que lo mollar, útil y provechoso, es lo que a cada uno le beneficie, independientemente de lo que le interese o deje de interesar al vecino.
Lo que entendemos principal es que, disminuyendo la presión fiscal y optimizando los recursos, no disminuyan los servicios públicos esenciales e imprescindibles para mantener e incluso mejorar el actual estado de bienestar.
Todo los demás son fuegos de artificio y ganas de teorizar o distraer con premoniciones de oráculo desubicado y falto de mejores entretenimientos. Por ello, solicitamos que se tenga la humildad necesaria para esperar los primeros resultados de las nuevas decisiones políticas y se opine a la vista de ellos.
Tras el fallido intento del presidente Monago, deberíamos ayudar en lo posible a la presidenta Guardiola a desarrollar las directrices de su ideología: conservadoras o neoliberales, si no democristianas, para disfrutar o padecer sus consecuencias.
En cualquier caso, si no se ayuda al menos no molestar, todo lo demás son ganas e interés en perjudicar y anticiparse al éxito o fracaso resultante. Bien haríamos la totalidad de los extremeños, los de cualquier ideología, en aportar lo que buenamente pudiéramos al bien común.
Cada uno desde sus posiciones y principios éticos, morales, religiosos e ideológicos, expectantes de lo venidero o activos desde la oposición, pero con una actitud constructiva y colaboradora para que no se frene el impulso del último medio siglo de desarrollo y mejora en las condiciones de vida de todos los extremeños. ¡Ahora, sí!
Curiosidades de la vida.
Quien tantas veces ha elogiado las políticas pasadas, personalizando su indisimulado halago a la figura de Don Juan Carlos Ibarra hoy se alegra en primera persona de la bajada de impuestos a los más poderosos y nos conmima a todos para que nos pongamos de su parte en ayudar a la Señora Guardiola a llevar a cabo su ideario conservador-neoliberal.
Conmigo no cuente usted, Sr. Cañamero.
Curiosidades de la vida; o no tanto.